Parecen estrategias genocidas pero son, crudamente, estrategias exterminadoras para doblegar al competidor y cegarle sus fuentes de ingresos.
Asesinan a los detallistas de la droga. A los que la venden en las esquinas, el eslabón más bajo y débil de la cadena del crimen.
Nadie lo dice oficialmente, pero hay una operación de limpia que hace el Grupo del Golfo y que coincide con la campaña del Ejército para desarticular a Los Zetas y acabar con el terrorismo de las ejecuciones, los secuestros y el robo a mano armada de automóviles.
Tampoco lo dice nadie oficialmente, pero hasta fecha le ponen para culminar esa operación de exterminio: para Navidad buscan expulsar a Los Zetas de la ciudad y del estado.
No que vaya a cesar el flujo de la droga, pero al menos que cese el estado de guerra continua que tiene a los regiomontanos en vilo.
Sin narcovendedores, sin policías halconeando, con el decomiso de armas, droga, ranchos y dinero en efectivo, se va estrangulando al grupo más feroz y poderoso.
Sólo les queda como centro de poder y generador de recursos, el penal del Topo Chico, y en menor medida el de Apodaca. Ahí se esconden los sicarios, se juntan las extorsiones, se organizan los golpes sobre la ciudad.